Creemos en nosotros,
aquí nadie reza.

miércoles, 21 de diciembre de 2016

8 meses sin su perdón

No sé muy bien qué decir.
Quizás que estoy cansada de ser cuestionada en todas mis decisiones. Como si no fuera válida. Como si no fuera suficiente.
Estoy cansada de ser tratada como si fuera estúpida. Como si no fuera capaz de relacionarme con nadie. Como si mi futuro dependiese de otros y no de mí, y fuera una estupidez no darme cuenta de que mi futura estabilidad depende de personas que no entienden de mis aspiraciones.
Pero voy a mejor. Cada vez me dan más igual todas esas voces que intentan tirarme al suelo. Matar o morir matando voces. Me niego a resignarme, a ser una oveja más. A conformarme con sus respuestas.
He demostrado varias veces que cuando yo hago las cosas a mi manera salen bien, y cuando soy forzada a sus límites, es como si muriera, como si me enterrara. Como si fuera un zombie.
Estoy aprendiendo cosas, y he aprendido que no debo compartirlas porque a nadie le importan nada.
Aire, a veces cuando aúllas siento que estás cerca. Que intentas hablar conmigo. Espero que para decirme que todo irá bien. Que siga sin conformarme, sin sus reglas de mierda.
Que el sistema está para que explote, desde dentro. Por eso te susurro, porque no hay aliado más poderoso. Más necesario.
La censura intelectual se puede ir a tomar por culo. Yo decido. Yo lucho hoy porque tú obedeces.

jueves, 8 de diciembre de 2016

Enero

Hace dos sábados cené con una persona muy querida y con su madre. Plantearon, entre otros, el tema del cristianismo frente al ateísmo frente al agnosticismo.
Quizás no lo haya demostrado nunca, por miedo a estar en el otro lado de mis propios argumentos, pero envidio a los creyentes, y de verdad he intentado creer. Me di cuenta el otro día, el martes pasado, saliendo de clase acompañé a una amiga al oratorio, más por curiosidad (no lo había visto nunca) que intención de orar. En realidad, me fui al verlo. 
Esto me dejó pensando en las diferencias entre su forma de introspección y la mía. Ella en ningún momento se sentía sola, concretamente en esos momentos más íntimos contigo mismo, y yo es en esos momentos cuando especialmente me siento sola. Llevo casi siete años intentando creer. Buscando alguna razón para hacerlo, y quizás sea ese mi problema, que intento encontrar una razón cuando debería simplemente sentirlo.

(Se quedó en borradores, es de principios de enero de este año)

Despertando.

Hacía mucho que no sentía la necesidad de escribir. Quizás porque mi obligación de leer, y de estudiar, me nublaba cualquier sentido y ansia.
Me olvidé de lo que está escrito un poco más arriba, eso de "Creemos en nosotros, aquí nadie reza". Le doy más vueltas de las necesarias, pero para mí significaba más allá de encontrar justificación exterior a nosotros mismos, buscarla en algo más allá, ya sea Dios o los demás.
Últimamente me he acercado más al cristianismo, sin llegar a creer en él, pero en verdad es algo que me gustaría. 
Creer. Querer creer. Querer ser. Querer.
Querer creer, de Unamuno. Con su fe tambaleándose, pero igualmente, ahí.
No sé en qué punto dejé de ser autosuficiente. En el sentido más radical, queriendo decir 'no sé en qué momento dejé que la justificación a mis acciones la decidiesen otros por mí'. Hice lo fácil, me dejé llevar. Pero hoy ha sido el momento en que mi cabeza ha gritado un "¿Qué cojones?" bien alto.
Mi seguridad en mí misma, en mi lógica, mi fe en mis propios sentimientos. Soy, ahora mismo, un ser inseguro, con argumentos para tumbar a mucha gente, con la apariencia de una capacidad de autodeterminación, pero sin que llegue a nada más que una apariencia.
He dejado que digan que escribo mal. Que podría hacer las cosas mucho mejor. Y puede ser, pero jamás debí tomármelo como una verdad absoluta. He dejado de lado una parte de mí que era realmente importante. Mis historias, mis personajes. Un viejo amigo dijo que había perdido "mi gancho". Y tiene razón. Ya no hay vísceras, no hay un pathos en nada de lo que escribo. Razono hasta mis cuentos, los preparo al milímetro sin dejar a los personajes ningún tipo de libertad. Y si yo la exijo, ellos también la merecen. No quiero un Dios determinista, tampoco una tiranía de la razón.
Quiero. Quiero. Quiero que mis sentimientos sean tenidos en cuenta, y no como algo inferior a mi razón. 
¿Qué es ese miedo a lo incontrolable? Pensaba en una especie de intuición. Creo haber hablado de un hilo que tira del pecho, impulsándote a hacer algo. Pues es como si lo hubiera perdido, como si ya no sintiese ese ímpetu.
Mis prioridades han ahogado a mi ser. Mi yo desordenada, caótica, creativa. Y este pugnaba por salir y quemar el orden imperante. 
Me hice deleznable a mí misma pensando que las expectativas que tenían puestas en mí eran mi camino. Joder, y no. Sigo en la universidad, y sé lo necesario que es para mi futuro, sé lo que está formándome, y lo que ha ido despertando o reforzando en mí. Pero es como si estuviera pasada por agua. 
Aún, mentalmente, busco excusas para haber llegado hasta aquí, y sé que no sirven para nada. Que no importan ya, que lo realmente importante es lo que haga de ahora en adelante, y que si sigo buscando explicaciones, me quedaré cómodamente en donde estoy, pensando que hago algo. En un mundo virtual muy lejos de mis reales fantasías. Falseándome a mí misma, como diría Ortega.
Tengo que salir, tengo que respirar aire nuevo. En esta misma ciudad. Sigo pudiendo ver arte en donde nadie ve nada. No seré como el personaje de Carta de una desconocida

El vacío no me dejará no ver lo que hay detrás.
Aire, mantenme, tú solo, en el vacío.