Creemos en nosotros,
aquí nadie reza.

viernes, 31 de mayo de 2013

Gehiago.

Niño, ¿sabes qué?
A ratos odio cómo se comporta. El ancla que tira a la realidad y la forma que tiene de no salirse de ella nunca. Pero de nunca, de esos de verdad, en donde las tonterías que dice, la forma de hacerme reír, es todo real, y no me gusta. No hay metáforas, no hay vida más allá de su forma de ver el mundo, y no es su mundo propio, sino un mundo gris, el de todos.
Me gusta que se salga de ella, que pueda decir que se vendría a vivir a Plutón conmigo, aunque eso sea imposible.
A veces pienso como cuando era pequeña, en que soy una princesa y él mi príncipe, que tiene que salvarme, pero eso no pasará nunca porque está demasiado ocupado pensando en sus planes de futuro. Un futuro que no es conmigo, y que no lo será nunca, por mucho que le quiera querer. Nuestras realidades son distintas, yo busco algo de acción, salirme del gris, ni siquiera quiero el rosa, y no puedo con sus "Yo soy normal", porque de tanto que se lo repite, lo es. Normal, con sus colores aburridos de la mano.
Quizás no lo soporto porque me da envidia. De la buena, de esa que se supone que es sana.
Sé que no es feliz, que cambiaría muchas cosas, pero aún así, se conforma. Me gustaría ser así. No luchar contra dragones que ni puedo vencer, y que ni existen.
Nadie entiende lo que es querer algo y no poder conseguirlo, y no parar hasta que lo consigues, por muchos imposibles que tengas delante. Y yo viviré en Plutón, lejos de todos. No, de todos no. Quiero a alguien que me acompañe, al que quiera sin dudas, con el que pueda discutir a gritos cada semana, que se vaya, y luego vuelva, para romper la rutina, porque ambos sabemos que nadie más va a soportarnos como lo hacemos nosotros, y echamos de menos, y a veces de más. Pero un tiempo en silencio, en la bañera con agua quemando, o en un descampado, pensando en lo feliz que te hace el discutir, el besarle, porque cuando le ves y no sois nada, lo único que miras es su sonrisa, y sus ojos diciendo todo lo que jamás se podría decir.
Y eso es lo que quiero, emoción, que los días grises ya vendrán cuando me haya rendido (supongo que eso es lo que más me molesta, que se ha rendido).
Tuya, p/d.
Ch.

sábado, 25 de mayo de 2013

Cartas a imposibles desvanecidos y no tan ausentes.

Querido D.,
¿Sabes qué? Eres lo único que me ata a la cordura, niño.

Querido A.,
Llega un punto en el que la confianza me asusta. 

Querido P.

lunes, 13 de mayo de 2013

Mamá, tengo miedo.

Mamá, estoy nerviosa.
No sé qué está pasando en mi otro mundo, pero de verdad que me gustaría saberlo, sin mentiras. Todos los trapos sucios.
No me encuentro bien, entera, no lo suficiente como para estudiar. Necesito ir a ese hospital y tú no lo entiendes. No entiendes que he visto a esa mujer convaleciente, de que fui yo la primera que se dignó a pasar por su casa y preguntarle qué tal estaba, la que le obligué a comer sopa cuando ella lo único que quería hacer era morir.
Y ahora soy apartada, como una niña que no debería tener choques tan grandes. Ver a alguien muerto es un shock, lo sé, pero la culpa de no haber hecho nada, de no haberme despedido, de saber que podría hacer algo, aunque sea leerle un cuento, o hacerle compañía aunque esté dormida.
Mi vida en este mundo es horrible.
Releo sus mensajes, ¿sabes? Hoy he vuelto a releer un mensaje suyo, y a escribirle. Pienso en D., en A. en M. y en él. No sé qué hacer y me tiemblan las piernas.
Tengo té en una taza al lado, y galletas secas, y parece que es lo único que llevo comiendo varios días, y no lo parece, es así. Y Monster, en ayunas.
Otro fin de semana más que he salido de mis mundos y he entrado en el de otros. No sabes la felicidad que da salir y explorar algo desconocido, y estar cómodo con ello y que el que está contigo lo esté.
De despertarte y verle a él, a tu lado. Notar frío y poder pegarte a él, porque sabes que aún dormido te abrazará. El cariño infinito que se siente en ese momento, cuando no lo habías vivido antes, es impresionante. De ducharte, con agua caliente, y él esté haciendo la comida, como si todo fuese normal y esa fuese de verdad nuestra vida. Naturalidad en estado puro, sin nadie que nos juzgue y nos diga que está mal.
Me gustaría volver, y vivir así, con él, más tiempo, pero no puedo abandonar mis vidas, mis máscaras y mis muros. Tampoco a esa mujer, mamá, que no me dejas ver. Exámenes, lo entiendo, pero no sabes lo cruel que es, el engaño que se siente. La soledad que se intenta llenar con muchos nombres, y solo un par de ellos te llenan de verdad. Palabras, y muchas palabras más después te das cuenta de lo que significa todo, de la banalidad de todo, y de que el egoísmo es la única salida.
De que tu egoísmo y el de alguien de vez en cuando se juntan. De que no te importa tener a alguien tan cerca, porque su pelo es suave y te gustan sus labios, y tú le gustas a él. 
Y libertad, mucha, de poder elegir sin olvidarte de nadie, de ver nuevos mundos y ver que no te gustan. Saber dar portazos o saber tener cuidado en las despedidas.
Y asumir que se tiene que pronunciar "adiós" muchas veces a lo largo de la vida. Unas por obligación, y otras por necesidad.
Vuelvo a mis apuntes, Hobbes no se lee solo.
Un beso a todos ellos.
Ch.

sábado, 11 de mayo de 2013

Papá, me hago mayor.

- Papá, ¿cuántos años tengo?
- Diecisiete, ¿no?
- No, papá, tengo veinte años. ¿Recuerdas que estoy en la universidad?
- ¡Ah! Sí, es cierto. Bueno, y, ¿qué?
- ¿Sabes esa frase que decís siempre? ¿La de que cuando me conviene soy mayor y cuando no, soy una niña?
- Sí, claro.
- Pues ya no volveré a ser nunca una niña.