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aquí nadie reza.

lunes, 13 de mayo de 2013

Mamá, tengo miedo.

Mamá, estoy nerviosa.
No sé qué está pasando en mi otro mundo, pero de verdad que me gustaría saberlo, sin mentiras. Todos los trapos sucios.
No me encuentro bien, entera, no lo suficiente como para estudiar. Necesito ir a ese hospital y tú no lo entiendes. No entiendes que he visto a esa mujer convaleciente, de que fui yo la primera que se dignó a pasar por su casa y preguntarle qué tal estaba, la que le obligué a comer sopa cuando ella lo único que quería hacer era morir.
Y ahora soy apartada, como una niña que no debería tener choques tan grandes. Ver a alguien muerto es un shock, lo sé, pero la culpa de no haber hecho nada, de no haberme despedido, de saber que podría hacer algo, aunque sea leerle un cuento, o hacerle compañía aunque esté dormida.
Mi vida en este mundo es horrible.
Releo sus mensajes, ¿sabes? Hoy he vuelto a releer un mensaje suyo, y a escribirle. Pienso en D., en A. en M. y en él. No sé qué hacer y me tiemblan las piernas.
Tengo té en una taza al lado, y galletas secas, y parece que es lo único que llevo comiendo varios días, y no lo parece, es así. Y Monster, en ayunas.
Otro fin de semana más que he salido de mis mundos y he entrado en el de otros. No sabes la felicidad que da salir y explorar algo desconocido, y estar cómodo con ello y que el que está contigo lo esté.
De despertarte y verle a él, a tu lado. Notar frío y poder pegarte a él, porque sabes que aún dormido te abrazará. El cariño infinito que se siente en ese momento, cuando no lo habías vivido antes, es impresionante. De ducharte, con agua caliente, y él esté haciendo la comida, como si todo fuese normal y esa fuese de verdad nuestra vida. Naturalidad en estado puro, sin nadie que nos juzgue y nos diga que está mal.
Me gustaría volver, y vivir así, con él, más tiempo, pero no puedo abandonar mis vidas, mis máscaras y mis muros. Tampoco a esa mujer, mamá, que no me dejas ver. Exámenes, lo entiendo, pero no sabes lo cruel que es, el engaño que se siente. La soledad que se intenta llenar con muchos nombres, y solo un par de ellos te llenan de verdad. Palabras, y muchas palabras más después te das cuenta de lo que significa todo, de la banalidad de todo, y de que el egoísmo es la única salida.
De que tu egoísmo y el de alguien de vez en cuando se juntan. De que no te importa tener a alguien tan cerca, porque su pelo es suave y te gustan sus labios, y tú le gustas a él. 
Y libertad, mucha, de poder elegir sin olvidarte de nadie, de ver nuevos mundos y ver que no te gustan. Saber dar portazos o saber tener cuidado en las despedidas.
Y asumir que se tiene que pronunciar "adiós" muchas veces a lo largo de la vida. Unas por obligación, y otras por necesidad.
Vuelvo a mis apuntes, Hobbes no se lee solo.
Un beso a todos ellos.
Ch.

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A veces los pensamientos vuelan tan alto que son prisioneros del sol.