Creemos en nosotros,
aquí nadie reza.

jueves, 18 de febrero de 2010

Sapere aude#5

No sabemos llorar. Llorar de verdad, por dolor, el tipo de tristeza que te desgarra por dentro, como arrancándote tira a tira tu cordura y sentir que estás a punto de romperte las cuerdas vocales.

Hoy he llorado así, no podía aguantarlo. Era demasiado la empatía que corría por mis venas y sigue corriendo.

Esos niños. Esas madres. Era horrible.

No podía comer, no podía mirar la televisión.

Sabía que aparte de esa gente, nadie más que yo estaría llorando.

¿Por qué nos hemos insensibilizado tanto?

No lo sé.

Hay tantas cosas que mi entendimiento no llega a comprender.

Temas que nadie saca. Temas que se acercan a ser tabú.

Necesitaría un hombro, y saberme segura, protegida por sus brazos.

Tengo que dejar de soñar, por lo menos despierta.

En fin. De todas formas, el dolor, al explotarlo, parece que se agota. El momento pasa, y al pasar se queda atrás, cuando yo sigo hacia delante (o un intento de).

Tengo sueño. ¿Por qué necesitamos dormir?

¿Por qué coño seremos así? ¿Por qué ansiamos tanto la inmortalidad?

Yo no la ansío, sé que la vida perdería su “ser”, dejaría de ser especial para ser algo normal. Además, entonces sólo quedarían las preguntas de qué hay más allá de los límites del planeta. ¿Nada? Uhm. Las estrellas, los planetas, etecé, ¿son nada?

Entonces, ¿por qué no se llaman nada directamente?

Uff. Demasiado para mi pobre neurona artificial.

Debería repasar algo de mi día, pero creo que hoy no podré aguantar despierta más de 50 páginas. Lástima.

Por cierto, aún no te he puesto nombre, querida.

¿Qué nombre podría poner a un diario?

Agnès.

Me gusta.

En fin. Ciao, amore.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

A veces los pensamientos vuelan tan alto que son prisioneros del sol.