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aquí nadie reza.

domingo, 1 de mayo de 2016

Problemas filológicos.

Estoy rabiosa. Saltaría al cuello de muchos, pero siento pena por ellos, porque son las víctimas de un sistema que se ha dedicado a machacar su autoestima toda su vida.
Todo viene a raíz de una pregunta, por un trabajo, por mi curiosidad. ¿Cómo darías tú clase de Lengua y Literatura? Después de leer a Frye, y darle vueltas a lo que viví de voluntaria dando apoyo escolar, me di cuenta de que es una cuestión difícil, más de lo que parece, más incluso de lo difícil que pueda parecer una vez empezado el planteamiento.
Cito la obra, y a quien le interese, que la busque: Northrop Frye. La estructura inflexible de la obra literaria.
Hice la pregunta a un par de personas, y una respuesta me dejó especialmente descolocada. Decía que, respecto a las lecturas, después de haber dicho que de ser profesora, ofrecería algo más personalizado, dijo mi interlocutor que debía dar la opción también de aprobar a quien no quisiera hacer nada, con un 5. Que ya había casos perdidos a tan tempranas edades, y que les haría un favor.
Después del cabreo que me provocó leer esto, lo pensé, y pensé una respuesta no tan ofensiva como estaba pensando.
En primer lugar, diré que hablo de un estado ideal, en donde las cosas no son así, y siempre hay distintos casos. Creo que se llega a secundaria entrando en la adolescencia, buscando un hueco donde sentirnos cómodos en nuestras vidas. Creo que llegamos de la inocencia de ser un niño, entrando a algo nuevo que nos desconcierta. Habrá distintas salidas, distintos comportamientos y situaciones, una por cada persona. En ningún caso las circunstancias o el comportamiento de alguien lo convierten en un 'inútil', y en ningún caso alguien exterior a uno mismo podrá juzgarlo. Aún así, opino que los jóvenes que dan más guerra en clase solo buscan llamar la atención de alguna forma, quizás porque en casa no les hacen caso, o porque se sienten inseguros en un entorno que no les reconforta, por tanto deciden gritarlo, rebelarse, y lo que reciben a cambio son ofensas que conllevan a la bajada de su frágil autoestima.
Por parte del profesor, entiendo que sea difícil no estar cansado constantemente, que hay días mejores, en los que se tiene más paciencia, y días en los que falta. De todas formas, no creo que en ningún caso tengan derecho a juzgar a otra persona y emitir un juicio de valor que podría afectar a la psique de otra persona. Más claramente, no creo que un profesor pueda llamar inútil a un alumno porque ha tenido un mal día y el alumno esté hablando en clase.
Creo, sinceramente, que día a día, la profesión desgasta, que ese alumno que molesta en clase hace patente la carencia de interés por su asignatura, y quizás el primer día se aguante, pero al pasar los años, el desgaste provoca desmotivación, lo cual hace que las clases sean peores, menos interesantes, y que cada vez vaya a peor.
Como introducción general, creo que se ve mi punto de vista respecto a un problema de la educación.
Otro gran problema que veo, en parte gracias a Frye es que la asignatura Lengua y Literatura, se divide en dos partes en apariencia inconexas. Por una parte, la gramática, que en vez de ayudar a clarificar las estructuras de las que se sirve nuestro lenguaje, lo que hace es arrojar más tierra al agujero donde se encuentran las explicaciones de los gramáticos. Así como la NGRAE se explica claramente, se sabe, después de manejar un par de gramáticas más, que no hay acuerdo en muchos puntos, por ejemplo, qué es un adverbio, o si la coordinada distributiva existe o no. Pero en vez de explicar el planteamiento teórico, se lanzan directamente a la aplicación de una base teórica bastante pobre, dada su gran reducción y simplificación. Hasta avanzada mi carrera, no entendí qué era un predicativo, y no lo achaco a que mis profesores no fueran capaces de explicarlo, sino a que ninguno despertó mi interés por la Gramática y mis análisis sintácticos eran similares a una ecuación, en donde 'y' se correspondía a una coordinada copulativa, y 'que' a una subordinada, probando suerte a ver si era sustantiva, de relativo o adverbial.
Al intentar explicar esto, años más tarde, me di cuenta del gran salto que he pegado. Me vi reflejada en aquellas miradas expectantes por saber si habían acertado o no, pensando únicamente en aprobar cuanto antes. No les culpo de no ver lo que supone, ni la gran riqueza sintáctica, ni ser capaces de maravillarse con todo ello, dado que nadie les ha demostrado siquiera un haz de este gran universo lingüístico.
Respecto a la literatura, es más complejo si cabe. Este año fue cuando entendí la diferencia entre teoría de la literatura y crítica, entre observar y participar en un sistema literario. Es pertinente esta distinción, dado que en ningún momento nadie nos ha planteado la posibilidad de hacer teoría, siquiera de hacer crítica. Tomábamos obligados las opiniones de otros, las masticábamos como podíamos y las escupíamos en el examen, sin plantearnos siquiera nuestra propia opinión del libro.
Ahora me he dado cuenta de que no hay una 'buena' o 'mala' interpretación, y que un conocimiento previo del autor, del contexto, de lo que sea que rodee a la obra, hará que se entienda mejor. Lo importante, realmente, no es entender el sentido exacto de una obra, sino ver en ella algún mensaje, que nos diga algo, alguna página. Que aprendamos de ello. Que continúe la comunicación.
Con la crítica, la comunicación se rompe en un punto concreto, y es cuando aparece otra interpretación con la bandera de ser verdadera. Se interrumpe toda la conversación en torno a la opinión de alguien para dar pie a otra opinión basada, probablemente, en aspectos que no tienen que ver con la obra en sí. Por ejemplo, ¿qué más da quién sea la amada a la que Petrarca escribía, o Garcilaso, o quien sea? Su mensaje no cambiará, independientemente de quién sea. No tenemos por qué darle importancia a cosas fuera de la obra en sí. Quizás sería bonito distinguir entre convención literaria y el verdadero mensaje de una obra. La convención variará, serán tópicos utilizados como medio para el fin de expresar algo.
La belleza de la literatura reside, para mí, en que cada uno puede entender una cosa distinta, y ser real, para uno mismo.

Retomando el tema de mi conversación acerca de la inutilidad de los alumnos, remarcaré que nadie puede juzgar a otra persona. Y creo, casi firmemente, que los que son capaces de emitir estos juicios, son los que han sido juzgados, y se creen, efectivamente, unos inútiles. Su reacción ante eso, quizás no es luchar, sino hacer que otros estén a su nivel. Puedo equivocarme.

Sigo recomendando el libro de Frye. Así como otro, menos denso, llamado La literatura en peligro, de Tzvetan Todorov, además, más cortito, y muy interesante.

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