Hoy, sentada frente a la ventana,
mirando la calle, quizás sin verla, pensaba en la sensación que me dejó el
sueño de ayer, que no de anoche.
No sabría describirla, pero sí puedo
describir el sueño, o parte de él. No hay que ser un gran poeta para meterse en
el lenguaje de los sueños, en un mundo más onírico y abstracto de lo deseado
por muchos (de ahí la casi imposibilidad de entender lo que soñamos).
Era quizás una escena demasiado normal,
estaba con una amiga comprando la cena en un supermercado que había visitado
hacía apenas un día antes de soñar esto. Y estábamos dando vueltas buscando la
comida japonesa, o yo qué sé, algo que hacer de cena que no sea la típica
hamburguesa y patatas fritas de bolsa. Y de repente le veía, estaba con sus
amigos, y como suele pasar, no nos hacemos ningún caso, cada uno a lo suyo,
pero me ve, posiblemente sea yo la que no me quiero acercar a él, por miedo, o
no sé, algo, que me impide acercarme como si fuese una persona educada normal,
pero quiero hacerlo, y no lo hago. Mis amigas lo saben, y me dicen que vaya.
Que vaya y le hable. Y yo pienso, no, por favor, hay reglas en mi cabeza de una
relación que jamás ha existido, que es más simple de lo que yo quiero imaginar.
Pero yo sigo con mis miedos y no quiero acercarme. Estamos los dos en la cola
del supermercado, en distintas. Salimos a la vez, y sigo pululando por ahí, y
él también, con sus amigos.
Aquí he de confesar que no me acuerdo
qué pasó, cómo llego todo a el final que ahora describiré.
De repente, y digo de repente porque no
me acuerdo de cómo pasó, él me abrazaba. No cualquier abrazo, no, sino un
abrazo largo, de esos abrazos que no se dan en la calle a no ser que esté
desierta y seáis tú y él, en donde quiera que sea, pero solos, sin formar
todavía un “nosotros”, pero habiendo algo que te hace decir “Joder, esto no
tiene ningún puto sentido” gritando en tu cabeza, cabreada porque se te escapan
cosas, pero sigues la frase “pero, coño, le quiero”. Y sigues con tu cabreo,
hasta que le ves y te olvidas del resto, solo sois el aire, tú y él los únicos
que existís.
Me desperté con esa sensación. Ese
calor, ese “algo” que sientes cuando te abraza alguien que de verdad quieres.
Pero fallaba algo, su olor no estaba en tu ropa, ni en tu cuello, ni siquiera
en tus mejillas, ya no queda nada de cuando se despidió por última vez hace
unos días.
A veces pienso en él, en medio de mi
alfombra, de pie, abrazados. No nos besábamos, simplemente le abrazaba y le
acariciaba la cabeza. Él no sé si me acariciaba, no lo recuerdo, pero fue la
mejor sensación de mi vida, mejor que una sonrisa, y mucho mejor que un polvo
cualquiera. Su cabeza, con el pelo quizás demasiado corto, y ahí sí, su olor
estaba en mi ropa, en mi cuarto. En mí, y lo recordaba, hasta que lo olvidé.
Por eso me sentí engañada cuando me desperté y no había ninguna evidencia de su
paso por mi vida de nuevo.
Todo me hace plantearme un nuevo mundo
adulto, en el que alguien te dice “Bienvenido, se acabaron las gilipolleces” y
te suelta una ostia para que despiertes. Y lo siguiente son tropiezos, porque
te ha desequilibrado. Tropiezos torpes que duran años, y que hasta que no te
caes como un crío aprendiendo a andar, no vas a volver a tener oportunidad de
volver a levantarte y tener el equilibrio suficiente como para que no te hagan
ni temblar.
Y eso fue mi historia, mi primera ostia
en este ámbito. Ya solo me queda seguir equivocándome, pero yendo a mejor,
siempre. Se acabó la torpeza al recitar poesía de Nuria Amat, de trabarse en
sus versos.
Ya no soy una cría. Aunque tampoco llegaré
nunca a adulta. Seguiré con mis películas de Disney y mis poemas de verso
libre.
A veces la vida parece un cúmulo de pensamientos e imaginaciones, y la realidad a un lado, esperando su momento, su lugar. Supongo que esos son los peores momentos, y cuando la realidad pasa a eclipsar cualquier sueño, todo es felicidad. Algo así es la vida en sus propósitos.
ResponderEliminarCreo que cuando tenemos una paz mental abrumadora, de la que merece la pena, no existen los problemas para dormir, ni sueños especialmente preocupantes. De igual manera a la inversa. No sé si dormir debería estar reservado para quienes apenas tienen asuntos pendientes en la vida, despiertos.
Por alguna razón casi siempre los sueños miran al pasado o al futuro, de forma que o bien has retratado algún hecho pasado, con pequeños cambios, o bien has querido ver un futuro que no existe, pero ojalá, y seguramente mejor.
El mundo siempre es el mismo, así que dado el caso de plantearte cambios en tu visión de él, que no te afecten demasiado, porque si de golpe descubres algo mal que está en esa visión del mundo, a él no le va a afectar para mal, pero a ti sí. Que prevalezcas tú, y no el mundo.
Eso sí, estaría genial ver cómo le das un vuelco a éste y cualquier otro sueño o sensación, hasta convertirla en optimismo, de alguna forma. Porque nada debería impedirte soñar en el sentido más esperanzador de la palabra.
Cuando leas esto, un beso.
*Muy probablemente solo haya dicho chorradas, pero con suerte serán mejor que nada.