Hoy es uno de esos días en los que te apetece desaparecer del mundo, meterte en la cama, hacerte un ovillo y esperar a que el calendario de un salto al 15.
Me he dado cuenta de que hay dos bandos, como en todo. Los que adoran este día y esperan que llegue, y los que esperan que termine.
Me hacen gracia los argumentos que se utilizan para desautorizar a los contrarios, para dejarles en ridículo.
Argumentos como que el amor debe ser constante, y lleno de detalles, que no hace falta ponerle fecha para hacer un regalo. El amor se hace algo comercial y momentáneo, frente a lo que los enamorados piensan de amor, es decir, algo para toda la vida (cuatro polvos mal echados y dos semanas).
Quizás sea que no haya oído demasiado argumentos a favor de este día, o que ahora no se me ocurre ninguno.
Yo me encuentro del lago de los amargados por una enfermedad, que no pueden salir de su cuarto y fijar la vista más de dos minutos en algo.
(No lo había publicado el 14 de febrero y aún dada vueltas por aquí)
No hay comentarios:
Publicar un comentario
A veces los pensamientos vuelan tan alto que son prisioneros del sol.