Escribamos pues, mostrando todo lo que ya se desborda.
Pensemos. Sí, pensemos en todo aquello que jamás fue dicho y busquemos un por qué.
Sólo uno.
O quizás, sólo dos.
Una, dos, tres copas de champagne.
Una, dos, tres noches de Trasnocho.
- Quiero acercarme a ti y susurrarte al oído las miles de palabras que no existen y que sólo mi cabeza imagina.
- ¿No hay nada que se le parezca?
- No acierto a pensar nada.
- ¿Qué es? Dame una pista.
- No lo sé. Sólo sé que quiero besarte hasta que despunte el alba, dormir entre tus brazos sabiendo que allí se encuentra mi fortaleza, que en tus suspiros está mi mundo, y que día tras día, me doy cuenta de que te quiero más de lo que ninguna palabra es capaz de expresar.
Entre jugando y desjugando se va tejiendo algo.
Ebria de todo y a la vez de nada.
Sintiendo cada latido como un golpe seco que lucha por salir de su pecho.
Sintiendo que todo acaba como empezó. En un juego.
Bonito eso de dormir en los brazos del otro, una pena que sea tan difícil....
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