sábado, 27 de febrero de 2010
jueves, 25 de febrero de 2010
Sapere aude#6
Joder.
Una crisis nerviosa que recorre todo su cuerpo. Tiembla, llora, grita.
Sus manos se mueven frenéticamente en forma de puños de hierro que buscan el estomago de cualquier ser que se encuentre cerca. Dejarle sin respiración para así recuperar la suya.
El golpe. El dolor.
Ver cómo acabas de matar algo; la esperanza y la dulzura de sus ojos se marchan para que un azul gélido quede en su mirada. Hacer que en un calor absoluto tiembles de frío, se te erice la piel de todo el cuerpo.
Con sólo una mirada. Con sólo eso deseas estar muerto para no sentir ese terrible escalofrío que recorre toda tu columna vertebral y llega hasta tu cabeza, haciendo que te convulsiones de una manera ridícula, y te avergüences de ello.
Para cuando quieras devolverle la mirada, ella ya se habrá ido.
Desaparecido dejando desesperación.
Tú la querías, ¿y?
Querida Agnès, siento como he perdido algo de mí. Un pedacito minúsculo de un lugar que desconocía se ha ido para no volver, y siento su vacio por algún lugar de mi cabeza.
Un vacio más otros muchos tienden a infinito.
Mi cordura se va destruyendo poco a poco mientras esa puta no hace más que daño.
El viento parece que está de acuerdo conmigo. Sopla con demasiada fiereza. Quizás quiera hacerla volar y dejarla caer por el mar.
Ojalá.
Ya no aguanto más, las lágrimas se agolpan en mis ojos pugnando por salir.
Me voy a morir un rato, hasta que decida que ya he tenido suficiente sesión de infierno por hoy.
jueves, 18 de febrero de 2010
Sapere aude#5
No sabemos llorar. Llorar de verdad, por dolor, el tipo de tristeza que te desgarra por dentro, como arrancándote tira a tira tu cordura y sentir que estás a punto de romperte las cuerdas vocales.
Hoy he llorado así, no podía aguantarlo. Era demasiado la empatía que corría por mis venas y sigue corriendo.
Esos niños. Esas madres. Era horrible.
No podía comer, no podía mirar la televisión.
Sabía que aparte de esa gente, nadie más que yo estaría llorando.
¿Por qué nos hemos insensibilizado tanto?
No lo sé.
Hay tantas cosas que mi entendimiento no llega a comprender.
Temas que nadie saca. Temas que se acercan a ser tabú.
Necesitaría un hombro, y saberme segura, protegida por sus brazos.
Tengo que dejar de soñar, por lo menos despierta.
En fin. De todas formas, el dolor, al explotarlo, parece que se agota. El momento pasa, y al pasar se queda atrás, cuando yo sigo hacia delante (o un intento de).
Tengo sueño. ¿Por qué necesitamos dormir?
¿Por qué coño seremos así? ¿Por qué ansiamos tanto la inmortalidad?
Yo no la ansío, sé que la vida perdería su “ser”, dejaría de ser especial para ser algo normal. Además, entonces sólo quedarían las preguntas de qué hay más allá de los límites del planeta. ¿Nada? Uhm. Las estrellas, los planetas, etecé, ¿son nada?
Entonces, ¿por qué no se llaman nada directamente?
Uff. Demasiado para mi pobre neurona artificial.
Debería repasar algo de mi día, pero creo que hoy no podré aguantar despierta más de 50 páginas. Lástima.
Por cierto, aún no te he puesto nombre, querida.
¿Qué nombre podría poner a un diario?
Agnès.
Me gusta.
En fin. Ciao, amore.
viernes, 12 de febrero de 2010
Uff...
Me duele la cabeza. Mucho.
Siento que si aumenta un poco el dolor, mi cabeza llegará a explotar haciendo que se desparramen por la alfombra innumerables sueños, recuerdos. Y ver cómo se pierden… No podría soportarlo, sería peor que vivir toda mi existencia con este dolor.
¿Por qué será?
Siempre hay una causa para todo, pero cuál será la explicación de ésta.
¿Estrés, demasiados problemas, el tiempo...?
Uff… Mis padres siguen presionándome. Odio que me digan la ropa que tengo que llevar, y me la compren ellos. Están obsesionados.
No me han comprado un solo libro desde hace un año, y no tengo tantos, pero ropa… Tengo un armario entero lleno y siguen comprándome. Sí, quería cambiar de look, pero no tanto. Esos brillantes, esos detalles tan fastuosos que lleva la ropa de marca y que yo tanto odio.
Prefiero vestir anodina que ir tan llamativa.
No quiero llamar la atención. No quiero ser el blanco de todas las miradas.
Lo peor, es que saben que no me va a gustar, lo hacen con buena intención, y blablablá, pero si no me gusta, NO ME GUSTA.
Sería más feliz si me regalasen un libro, cualquiera, de cualquier tipo (tampoco un manual de instrucciones, pero sí cualquier novela, poesía, etc.), pero en cambio, no lo hacen, ni creo que lo hagan. De hecho, creo que a mi madre no le gusta que lea tanto. Por las noches, me dice cuando me vaya a acostar que me duerma ya, que no lea, que no-sé-qué razón para que no lea.
Todos, inconscientemente, fomentamos la ignorancia, la estupidez. Todo.
Creo que estoy enfadada, y por eso critico tanto, o simplemente que el dolor de cabeza me hace delirar y cabrearme conmigo misma por tenerlo.
En fin. No me siento bien, pero necesito escribir.
Se ha convertido en una droga, en el aire que TENGO que respirar cuando me siento mal y que funcione como una medicina que jamás llegará a ser concentrada en una pastilla.
Mañana Carnaval… Quizás ni salga. Hace frío y si sigo con el dolor de cabeza, lo pasaré mal y haré que todos los pasen mal, ya que son tan buenos, o simplemente que se aburren tanto que no hacen más que preocuparse por mí o por cualquiera cuando estamos mal.
Además, ha nevado. No puedo ir a ninguna parte con tacones, y paso de llevar las botas de nieve.
Quizás me pase la tarde-noche en casa de una amiga. Peli, palomitas y teléfono fijo. ¿Qué más se puede pedir para una tarde perfecta?
No necesito estar rodeada de idiotas que me pregunten de qué voy disfrazada yendo normal.
A otros imbéciles que me conocen que creen que voy de gótica por ir de negro, o que me llamen negra, gótica y mierdas así y se cabreen cuando yo les llame pijos sin sentido común o hormonas con patas y rabo, o seres (no humanos) con la mentalidad de una piedra. Pero van borrachos, al día siguiente no se acordarán de nada.
Me gustaría poder quedar con alguien para hablar, sin hacer nada más. Coger, sentarnos en un bar, tomar un café y hablar de lo que sea. Vale, tengo gente, pero por teléfono es incómodo, además de más impersonal, pero por lo menos es mejor que el msn, oyes la entonación de la persona y puedes interpretar muchas cosas, pero aún así, no verle las facciones de la cara… Uff.
Tengo que buscar a alguien, lo sé.
Pero, ¿qué persona que quiera conocerme y darme una oportunidad sin fijarse en mi edad querrá sentarse a debatir sobre Dios sabe qué temas?
Nadie.
Como me dijo un chico ayer, piensan que soy más ilógica y menos reflexiva, y en el fondo, pienso, poco, y algunas cosas solo soy capaz de enlazar yo [o Antonio, que curiosamente, me entiende (dejé de preguntarme cómo hace mucho tiempo)]. Pero bueno, el caso es que no tengo a nadie que de verdad me vaya a entender si le planteo un razonamiento tal y como me lo planteo a mí, ya que si no sabe enlazar conceptos que a mí me parecen lógicos, sería imposible debatir sobre nada.
Como citó Cicerón, “El verdadero amigo es como otro yo”. Y por esa misma regla, solo tengo un amigo… Bueno, me considero una privilegiada.
Aunque, esto me hace plantearme otra cuestión, es posible que un amigo de verdad, viva a a-saber-cuántos-kilómetros y no haberlo visto en mi vida, y es probable que le vea, pero de momento no.
¿Quién me dice que no estoy esquizofrénica y que me lo imagino?
Sobrepasa mi límite.
Para mí lo es, y eso es lo único que cuenta, pero aún así, las dudas siguen estando ahí…
miércoles, 10 de febrero de 2010
Sapere aude#4
Hoy he estado con él. Nos encontramos en un bar.
Fue todo tan frío. Tan horrible. Tan infernal.
Creí que pasaba por un círculo dantesco. Me creí un león saltando entre un aro en llamas.
No podía más. Necesitaba besar esos labios.
Saberme suya. Caer en la locura.
Oírle pronunciar mi nombre hizo a mi cabeza dar vueltas, desplomarse en el éxtasis un día más.
- Hola, Evangelin.
- ¡Ah! No te había visto. ¿Qué tal te va todo?
Acompañada de una sonrisa cortes forzada me dispuse a hablar con él.
Pero ella apareció, como una gata en celo se abrazó a él, se enroscó cual serpiente en su brazo y se dejó hundir suavemente en su pecho. Mientras, yo debía saludarla como si fuésemos amigas desde siempre y por dentro no la llamase todo tipo de improperios que, querida, no debes saber, porque tus pobres páginas aún son demasiado inocentes como para aprender tales barbaries.
Fue más natural y frío de lo que hubiese imaginado nunca.
Las palabras salieron de mi boca como si no les costasen siglos formarse en mi garganta.
Dios mío, me tiembla el pulso sólo al recordar su voz… Melodiosa, como el canto de una sirena, pero viril. Era capaz de envolverte una lengua de fuego sin siquiera quemarte. Simplemente dándote calor, haciéndote sentir, haciéndote olvidar.
Era perfecto… Aún no sé porqué corté con él de forma tan cruel.
En realidad, no fue cruel, fue la verdad. Le seguía queriendo, pero necesitaba tiempo para mí.
Para huir de todos mis problemas.
Necesitaba ser igual que él. Igual de perfecta. Pero no pude serlo, y eso me carcomía por dentro.
Me hacía desbordarme por las aristas de mi corazón y quemar con mi sangre todo rastro de perfección.
Quería lo mejor para él. No pensé en mí.
Y al pronunciar aquellas palabras, me di cuenta de cuánto le necesitaba, pero ya era demasiado tarde y tuve que asumir la pérdida y llorarle en silencio y evadir mis sentimientos, además de correr en dirección contraria cuando apareciese por cualquier calle que solíamos transitar cogidos de la mano, besando y respirando cada momento de cariño, degustando cada pensamiento como si fuese una delicada combinación en inestable equilibrio.
ESE.
martes, 9 de febrero de 2010
Enajenados#5
sábado, 6 de febrero de 2010
Sapere aude#3
Éramos amigos. Muy amigos, pero sólo amigos…
Me jodía viva saber que era su amiga, sólo eso.
¿Algún día llegaría a algo más nuestra relación? No lo sabía y sigo sin saberlo.
Pero simplemente me gustaba verle. Solo. Pensando. ¿Qué pensamientos poblarían su cabeza? A veces, en secreto, me gusta imaginar que pensaba en mí como yo pensaba en él. Ese delicioso pensamiento me hacía sentir bien por segundos, hasta que recordaba que no sería así. Él tiene cosas más interesantes en las que pensar.
Pero es que delirar es tan… Mágico.
Lo necesitaba, no cabía duda de ello.
Pero esa puta frase seguía en mi cabeza. Retumbando cada vez más fuerte, sacándome por los ojos los gritos desesperados que creí olvidados.
Era como una droga el saberse loco. Precisaba beber más de mi fuente de locura, de ese dulce aguijonazo de las agujas a presión chocando contra mis venas mientras mi voz se convierte en un patético susurro de dolor.
Me sentí como una cobaya en manos de un científico chiflado, atada de pies y manos a mi propia cordura sin poder hacer otra cosa que liberar pequeñas dosis de deseo contenido transformado en espasmos, convulsiones, mordiscos al aire y esperanza de abrazar a alguien hasta dejar de llorar.
- Querida, ¿de verdad piensas que escribiendo así lograrás sacar a relucir tus pensamientos más íntimos y poderlo así transformar estas pobres palabras en algo bello?
- No, no lo creo. Solo quiero desahogarme. ¿Es un pecado mortal?
- Sí, amada mía. El precio es tu cabeza. Deja de hablar contigo misma. Parece que estés loca.
- Quizás sí sea un poco psicótica.
- Déjalo ya.
Vale, se acabó el diálogo con migo misma. Aunque quizás tenga razón.
¿Estaré loca?
Posiblemente desvaríe, pero son los efectos de las drogas.
El aire penetra en mí con demasiado ímpetu y no puedo hacer nada más que respirarlo. Drogarme del día a día como una adicta al trabajo.
Tengo sueño. Creo que si durmiera más lograría razonar… Pero no tengo tiempo para dormir; demasiados trabajos, demasiadas horas pensando en mí, demasiado tiempo desperdiciado leyendo las desgracias de los demás sin darme cuenta de las mías propias, creyendo hacer algo que valiese la pena pero sólo logrando un cúmulo de pensamientos informes.
- Dime algo con amor.
- Amorfo.
Oh, cuán grandioso es el mundo. Cuán bello el lenguaje.