Creemos en nosotros,
aquí nadie reza.

domingo, 12 de marzo de 2017

Monogamia.

Paúl, nunca te confesé que el cuento que quisiste poner como falso testimonio en tu revista tenía como protagonista a un niño con tu nombre. Lo escribí antes de conocerte, pero le cambié el nombre por ti.
Muchas cosas de mi vida giraron y giran en torno a ti, a ideas que me diste. Eres una especie de presencia idílica, idealizada. Has dejado de ser tú para ser una inspiración.
Cuando fuiste tan real que podía rozarte, aprendí a escucharte, a un ritmo de pensamiento rápido pero de acción lenta. Me marcó en alguno de tus mensajes el saber que querías a más de una. Lejos de ponerme celosa, encendiste en mí una posibilidad.
David consiguió que esa posibilidad existiese. Quizás no es el mejor ejemplo de relación, pero me sentía cómoda, segura a pesar de que no hubiera ningún nombre que custodiase los límites.
Ambos estáis con otras y me da igual, no porque haya dejado de quereros, sino que quedo en un segundo plano sin ningún tipo de molestia. Quizás deje de existir en vuestras vidas, pero da igual. Significó que en algún momento conectamos y que por distintas circunstancias ya no.
Aún así, me hace pensar en cuán distintos sois entre vosotros y cuán parecidos. En cuánto os parecéis y diferencias de Abraham. En qué poco se parecen las relaciones que he tenido.
En qué me aportaba cada una. Y en qué no.
En realidad todo esto, querido aire, viene porque sigo pensando en relaciones. Así, a secas. No soy capaz de entender la monogamia, y solo la acepto obligada. No me parece bonita la idea de envejecer solo habiendo estado con una persona, con haber cerrado puertas a gente que podía aportarme algo que en mi estabilidad no existía.
También pienso en qué diferencia una relación monogámica y una amistad. ¿El sexo? El maldito nivel de conexión que tuve con Sergio es mayor que el que he tenido con Eder, con Iker, con el otro Sergio. Y fue la obligación, la responsabilidad exagerada la que me repelía hasta puntos insospechados.
No entiendo por qué se limita a alguien que quieres. Esa frase de "si lo quieres, déjalo libre" implica que no haya límites. Que los celos sean una plaga por las inseguridades que crean los medios de comunicación no implican que sea imposible dejar libre a alguien.
Joder, es que qué coño pasa con la comunicación. Si fueramos capaces de hablar, de decir cómo coño nos sentimos y que la otra persona hiciera lo mismo se podría llegar a un punto medio donde los dos se sintieran cómodos. Pero nada, mejor poner cadenas de castidad y castigos si se saltan.
De todas formas, me hace gracia, mientras no me tire a nadie, puedo enamorarme de quien coño quiera de una forma mucho más profunda que teniendo sexo con otras, pero mi pareja será con quien me acueste. Es del todo ridículo.
Pero volvemos a los miedos e inseguridades, a poner collares bien prietos para que no escapen y si escapan, mejor que no vuelvan. Como perros y amos siendo perros y amos a la vez. Es del todo humillante cualquier relación monogámica pero parece ser lo convencional, lo establecido. Y aunque me sienta humillada, limitada, debo joderme y entrar en su juego porque sino estaré sola el resto de mi vida. Debo olvidarme de cualquier infinitud, de la plenitud y jugar a que no tengo ojos, ni inteligencia. Olvidarme de que lo que me de una persona no será todo lo que necesito y conformarme porque sí, porque ellos mandan en todas nuestras cabezas.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

A veces los pensamientos vuelan tan alto que son prisioneros del sol.