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aquí nadie reza.

martes, 26 de marzo de 2013

Edahi.

Él andaba por la calle, su piel morena hindú le recordaba al calor de su ciudad cuando se miraba la manos. Estaba absorto en su familia, en que debía hacer que se sintieran orgullosos.
A metros de él estaba ella, blanca como la nieve a pesar de su ascendencia latina, con sus ojos castaños, de esas miradas que desnudan el alma, pero triste, a pesar de la aparente calma de su cara.
Se acercaban, él miraba a ese punto en el horizonte llamado nada. Ella se fijó en él, en su aire ausente, y recordó a Neruda: 


Me gustas cuando callas porque estas como ausente, 
y me oyes desde lejos, y mi voz no te toca. 
Parece que los ojos se te hubieran volado 
y parece que un beso te cerrara la boca.


Como todas las cosas estan llenas de mi alma 
emerges de las cosas, llena del alma mia. 
Mariposa de sueno, te pareces a mi alma, 
y te pareces a la palabra melancolia.


Me gustas cuando callas y estas como distante. 
Y estas como quejandote, mariposa en arrullo. 
Y me oyes desde lejos, y mi voz no te alcanza: 
dejame que me calle con el silencio tuyo.


Dejame que te hable tambien con tu silencio 
claro como una lampara, simple como un anillo. 
Eres como la noche, callada y constelada. 
Tu silencio es de estrella, tan lejano y sencillo.


Me gustas cuando callas porque estas como ausente. 
Distante y dolorosa como si hubieras muerto. 
Una palabra entonces, una sonrisa bastan. 
Y estoy alegre, alegre de que no sea cierto.

Sus miradas se cruzaron, y se enamoraron por momentos.
Nunca jamás volvieron a verse. Ella pensó que se enamoraba cada día unas 3 veces al menos de gente que no conocía, y contemplaba el amor como un estado de conocer al otro, de saber sus detalles, y luego, cuando no hubiese sorpresas, despedirse como quien termina un libro, queriendo empezar otro pero con un buen recuerdo y una sonrisa.

Ch.

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A veces los pensamientos vuelan tan alto que son prisioneros del sol.