Creemos en nosotros,
aquí nadie reza.

jueves, 18 de octubre de 2012

Charlotte.

Hoy he salido por la tarde a comprar algo de comer. La lengua parecía cartón de la sed de lo que fuese.
Hacía un día gris, de estos días que te apetece salir con dos chaquetas a dar una vuelta con alguien y hablar hasta que anochezca.
Ha sido cruel la sensación de soledad física que he tenido al querer coger el móvil y quedar con alguien.
Muy bestia, de estar sola. La persona con la que hablo ha cogido un tren, me quedan muchos días de estar sola en mi cuarto, comiendo naranjas, pan, y café instantáneo con leche en polvo.
Mi cuarto es acogedor, o lo sería si estuviese ordenado. Me falta una alfombra para darle un toque cálido. 
Una luz es fría, la otra es cálida, pero no puedo estudiar con ella. Me hace daño en los ojos.
La ventana abierta, el viento sopla ahí fuera, ese sitio al que no puedo salir porque hay una puerta de por medio, y muchas restricciones. Es jueves y no puedo salir a dar una vuelta hasta las 11 de la noche.
Esta celda me está matando. Esta situación me consume demasiado.
Luego intenta ser feliz, que la gente se lo crea. Que todo el mundo te vea sonreír, con esa risa que siempre ronda tus labios. Excepto cuando estás con él, y puedes ser tú misma.
Pero él ya no existe. Fue un fantasma que mi cabeza inventó, quizás presa de algún león imaginario que me acechaba, logró salir creando a alguien que me tranquilizase.
Baroja me dice que huya, que coja una mochila y vaya siguiendo un camino cualquiera, hacia cualquier sitio.
Un sitio que pueda llamar hogar, que todo pueda salir mal, pero donde casi todo salga bien.
Un sitio donde haya una alfombra, una manta, y una pared. Una esquina y algo que quemar.
Alguien, quizás, que soporte, y me llame pequeña. Me lea a Neruda, a Bécquer y a Baudelaire.

Despierto entre sábanas que hay que cambiar y platos que fregar. Muchas horquillas perdidas por la mesa y olor a nada, solo estoy yo en un cuarto de apenas 5 metros cuadrados. Yo, y mis libros. Baroja, Bukowski, Kerouac y hojas en blanco.

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A veces los pensamientos vuelan tan alto que son prisioneros del sol.