Creemos en nosotros,
aquí nadie reza.

domingo, 20 de febrero de 2011

Storm.


Ahora encaja absolutamente todo.
Soy una ilusa, una engreída, y, ¿sabes qué? Me rio de mí misma por haber llegado a ser así.
Estaba en lo cierto al pensar en lo que llegué a pensar. Ahora sé exactamente cómo piensa y no ha dicho más que una cosa… Ocho meses pensando han servido para algo, me reconforta saberlo.
Estoy temblando y me da por reírme de lo estúpida que fui. Por primera vez, me siento libre de algo que llevaba a mi espalda y que empezaba a pesar como una montaña.
Tengo ganas de llorar, pero a la vez de coger de la mano a mi querida C. e ir hasta el fin del mundo (o de la calle) con ella. Que el mundo se muera de envidia porque ellos jamás podrán salirse de sus miradas de desaprobación, o quizás de envidia, de querer recuperar la inocencia, y junto con ella, la felicidad. La mirada de Pepinot en el momento que empieza el verano y mira por la ventana describe perfectamente mi estado de antes. Encarcelada en mi propia cordura, habiendo tejido mis propias rejas de sueños intocables, de suspiros que jamás fueron reales, y ahora, se han roto. Se ha caído mi castillo de cristal, y, como jugando al Go, empiezo a construir otra vez todo con el ansia y la ilusión de un nuevo proyecto lejos de ser tan cotidiano como el anterior.
He vuelto a ver un anime, y pienso quedarme en el capítulo veinticinco, los demás no me gustaron demasiado, eran demasiado predecibles. Podéis llamarme friki, y A., acabo de declarar que he perdido una apuesta (¿qué cojones apostamos?), y fíjate, sin tu ayuda. Quizás ni la haya perdido, ya que tú no has hecho nada, y creo recordar que era que tú me ibas a volver freak.

He estado releyendo un capítulo de un libro… Concretamente el 98 de Ella, que todo lo tuvo, de Ángela Becerra (qué coñazo he dado con este libro).
Lo pongo aquí.

Estaba detrás. Podía sentir el calor de su aliento en su nuca. Acababa de posar sus manos sobre sus hombros. Permaneció quieta, temiendo que aquello no existiera. Las palabras leídas tenían su propia voz…
Te propongo inventarnos de nuevo…
Metamorfosis. Pasar de ser a no ser. Del sufrimiento a la alegría. De arrastrarse a volar.
Felices los que eligen, los que aceptan ser elegidos…” le susurró Thomas Edward Lawrence.
Metamorfosis. De crisálida a viento.
Sus manos en sus hombros. Un peso que no pesa. Todos sus sentidos en dos puntos. Izquierdo, derecho. Y en el centro del pecho, el corazón cabalgando.
Quieta. Permanecer así eternamente. Sus manos…
…mientras dentro de sí, la oculta soledad aguarda y tiembla”, musitó desde una estantería Rosario Castellanos.
Metamorfosis. De esperadora suplicante a prestidigitadora triunfal.
Detrás, su espalda recibiendo ese pecho cálido. Su columna vertebral convertida en material inflamable… Arde te que ardiendo.
En la penumbra dorada de la lámpara cuelgo mi piel…”, le murmuró al oído Cortázar.
Metamorfosis. De abandonada a querida. Querer y poder. Dejar, dejando. El gerundio del verbo. Amar, amando.
…miedo de ser dos caminos del espejo, alguien en mí dormido me come y me bebe”, le dijo desde una mesa Alejandra Pizarnik.
Metamorfosis. Decir adiós a lo que duele, hola al placer.
Sus manos hierven en mis hombros. Siento, luego existo. Existo, luego siento.
Luchamos por fijar nuestro anhelo…”, cuchicheó Cernuda.
Metamorfosis. Las agujas del tiempo. El paso de la muerte a la vida. El peso de sus manos. Los hombros derretidos. Detenerse o seguir.
Márcame mi camino en tu arco de esperanza y soltaré en delirio mi bandada de flechas…”, le dijo Neruda.
Metamorfosis. Del insomnio al sueño. Del escepticismo a la credulidad. Del no al sí…, al SÍ.
Cantar, arder, huir, como un campanario en las manos de un loco…”, insistió Pablo.
Sus manos ya no están. ¿Adónde se han ido? Sus hombros huérfanos. Los brazos de él volviendo, aprisionando su cintura. Placer, un placer mayor.
La mariposa escapa de su mano y vuela… vuelva hasta posarse en el centro de la orquídea.

Bueno, ya no tengo más que decir.
Un beso y mil abrazos.

3 comentarios:

  1. Ni toda la ayuda del mundo vale lo que te digo:
    Levántate de esas cenizas, nada duele mas que llorar sal y recuerdos.

    Un beso!

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  2. O.o quiero ese libro!
    Me alegro de que te hayas liberado de ese peso y hayas encontrado la forma de reirte de ti misma, creo que es lo mejor que te podría pasar ^^

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A veces los pensamientos vuelan tan alto que son prisioneros del sol.