Creemos en nosotros,
aquí nadie reza.

domingo, 2 de enero de 2011

Sommes nous heureux ici et maintenant?


No me convence la entrada anterior, más que nada porque es súper sosa, así que intentaré hacer algo medianamente decente en los minutos que me quedan para empezar a morir de aburrimiento.

No sé qué tendrá que ver el título, pero bueno, da igual, ninguno de mis títulos es digamos fácil de entender, y menos de relacionarlo con el texto, pero bueno, así de complicada o simple soy.
Ayer en un chat al que hacía tiempo que no entraba me encontré con una conversación interesante (cosa harto difícil en un chat tan decaído). Y me llamó la atención que alguien que divagase por la red pudiera llegar a expresar en un chat todo lo que piensa punto por punto y llegar a extremos de argumentación tan poco comprensibles como los que estoy acostumbrada a oír.
Ayer fue un día extraño, desde las 12:00:01 de la noche (¿o madrugada?) hasta las 11:59:59.
Contaré un poco por encima mis vivencias, para aburrir, más que nada.
Salí, como millones de críos y no fui a ningún cotillón (ahí, a lo cutre). Fui al casco con unas amigas, para al final irme con otras y acabar con unos amigos que eran amigos de mi antiguo grupo.
Las primeras con las que quedé, A. y C., iban a toda ostia y anduve bastante rato andando sola en medio del gentío intentando no perderlas de vista.
Hasta bien entrada la calle, no se dieron cuenta de que no estaba. En todo este tiempo, la verdad es que pensé en irme a casita, pero en el momento que ya tenía claro que me largaba, se dieron la vuelta y se cayeron todas mis determinaciones de irme.
A. se enfadó, sé por qué, por supuesto, al igual que sé que hasta que no le dé la gana hablarme, no lo hará. También sé que no me hablará hasta que le pida perdón por una serie de cosas que hizo que se enfadase, y mi orgullo puede más, lo siento, honey.
Ponte tú en mi lugar. Sabes que odio beber, sabes que no podía andar rápido, sabes que no quería salir, que ese día estaba en una rebelión interna, y llevaba unos cuantos días sin salir pensando y sin haber llegado a una clara conclusión.
Y tú lo único en lo que pensabas era en emborracharte… Seguramente también pensarías en ver a J. o a C., a ver si te liabas con ellos.
Sé que ahora mismo estoy en una situación similar a la de gato, pero en ningún momento te he llamado desesperada y no creo haber llegado a poder ofenderte simplemente por pensar un poco en mí, que no suelo hacerlo, la verdad.
No sé si leerás esto, pero sinceramente, me da igual, ahora mismo por lo menos.
Después me di cuenta de que acababa de abandonarte, porque C. se iba una hora antes que tú, y yo directamente no tenía hora, pero en cualquier momento podrías haber cogido el móvil y llamarme, decirme a ver si te podías venir, y te hubiese dicho que sí, por supuesto.
También podríais haberos quedado conmigo y con las demás, pero nada, estabas empecinada en hacer la ruta esa de los chupitos y beber lo máximo posible.
Lo siento, querida, pero esa mentalidad me puede. No la soporto, y ni siquiera te culpo, porque es lo que hacen todos y tampoco estoy diciendo que no tengas personalidad, sino que te pareces más a ellos que yo.
Me declaré en guerra a esos valores hace mucho tiempo, forjando los míos propios y jamás dejándome llevar por los demás. Ya pueden arrasarme aludes, maremotos, huracanes, que a terca no me gana nadie, porque sé, por primera vez en mi vida, que estoy haciendo algo bien.
Y no pretendo echarte en cara nada, querida, simplemente dejar claras las cosas.

Otro punto que me gustaría tocar sería el de estos dos hombres tan subnormales a los que odio y quiero tantísimo a la vez.
No pienso dar razones, por lo menos de momento, me arriesgo demasiado a perder. Si de verdad pretendes que te las dé, sé sincero y dime absolutamente todo lo que piensas, y quizás me piense en dártelas.
Deberían ser todos los verbos del párrafo anterior en plural, pero bueno…

Y por último, sé que doy mucho el coñazo con el libro este (El arte de perder), pero es de mis favoritos y me encanta porque Sara se come la cabeza casi tanto como yo y me ayuda a pensar en mil cosas distintas.
El párrafo siguiente es de su libro.
Pero ella lo amaba. Sí, lo amaba. Y se resistía a renunciar a él. Sus amigas le decían que no perdiera la dignidad, que lo olvidara. Y a Sara la dignidad la abrasaba, le cortaba las alas. No la entendía como una herramienta útil, sino como una forma de atarse de pies y manos. Pensaba que hacer algo siempre era mejor que inhibirse. Y si Enzo se mostraba pasivo, ella debía ser activa por los dos. El deseo, las ganas, el amor, eran fuerzas contrarias a la dignidad, y ella decidió apostar por sus sentimientos, frente a la digna renuncia que suponía claudicar y desaparecer.

Y eso… Me voy a empezar a estudiar, que ya debería haberme estudiado un tema de historia por lo menos.
Dejaré como final un poema de Neruda, el último de sus 20.

Puedo escribir los versos más tristes esta noche.

Escribir, por ejemplo:  "La noche está estrellada,

Y tiritan, azules, los astros, a lo lejos".

 

El viento de la noche gira en el cielo y canta.

 

Puedo escribir los versos más tristes en esta noche.

Yo la quise, y a veces ella también me quiso.

 

En las noches como ésta la tuve entre mis brazos.

La besé tantas veces bajo el cielo infinito.

 

Ella me quiso, a veces yo también la quería.

Cómo no haber amado sus grandes ojos fijos.

 

Puedo escribir los versos más tristes esta noche.

Pensar que no la tengo. Sentir que la he perdido.

 

Oír la noche inmensa, más inmensa sin ella.

Y el verso cae al alma como al pasto el rocío.

 

Qué importa que mi amor no pudiera guardarla.

La noche está estrellada y ella no está conmigo.

 

Eso es todo. A lo lejos alguien canta. A lo lejos.

Mi alma no se contenta con haberla perdido.

 

Como para acercarla mi mirada la busca.

Mi corazón la busca y ella no está conmigo.

 

La misma noche que hace blanquear los mismos árboles.

Nosotros, los de entonces, ya no somos los mismos.

 

Ya no la quiero, es cierto, pero cuánto la quise.

Mi voz buscaba el viento para tocar su oído.

 

De otro. Será de otro. Como antes de mis besos.

Su voz, su cuerpo claro. Sus ojos infinitos.

 

Ya no la quiero, es cierto, pero tal vez la quiero.

Es tan corto el amor, y es tan largo el olvido.

 

Porque en noches como ésta la tuve entre mis brazos,

Mi alma no se contenta con haberla perdido.

 

 

Aunque éste sea el último dolor que ella me causa,

Y éstos sean los últimos versos que yo le escribo.

2 comentarios:

  1. Hola!
    acabo de descubrir tu blog y por lo que he leido me ha gustado. sigue así :D
    besos

    ResponderEliminar
  2. Y cuando ves a todo el mundo haciendo esas estupideces, puedes permitirte el lujo de llegar a sentir incluso desprecio por ellos... pero cuando tus amigos están entre "el mundo", y te hacen ir a ver la degeneración con asientos de primera fila tratando de meterte a eso...duele mucho verles como aquellos a los que has despreciado durante tanto tiempo.
    Si tienes claros tus principios, tira con ellos y al resto, con mucho respeto y amor, que les follen sin más.
    Si estás haciendo las cosas bien o eso crees, sé tozuda, porque mola.

    Y por pesada que digas ser...ese párrafo me gusta (no conozco el libro, me apunto el nombre)

    Un saludo.
    Y un beso.

    Bonito blog, y no sólo de diseño.
    (me enrollé...debo controlarme más supongo).

    ResponderEliminar

A veces los pensamientos vuelan tan alto que son prisioneros del sol.