Creemos en nosotros,
aquí nadie reza.

domingo, 23 de enero de 2011

Scars.

Allí estaba, quieta, con el presentimiento de que sabía todo de ella.

El ambiente se tornó frío y le dio la impresión de estar cayendo.
Ya no podía huir, se dio cuenta de que no podía y tampoco quería.
Aunque estaba hecha polvo, éste era polvo de hadas y sentía que su cabeza volaba cuando pensaba en qué quería él.
Le gustaba ir recogiendo piezas de un puzle cada vez más grande, que encajabas sólo de vez en cuando.
Se dio cuenta de que sería capaz de aguantar todo lo que él quisiese, y se marcó un límite. También pensó en un plan de ataque.
Debía hacerse imprescindible para él, que su aliento fuese el único aire que pudiese respirar.
Mekare estaba muy confusa, no sabía cómo proceder, lo único que tenía claro es que sería a través de sus palabras, o una mezcla entre las suyas y las de otros.
Pero no sabía en qué casilla de su juego estaba. Necesitaba saber si tenía posibilidades y recordó el ramo de tulipanes rojos.
No eran rosas, por lo cual el romanticismo típico quedaba de lado. No era el típico que te despierta con un beso.
Eran rojos, y el rojo representaba el amor, pero también la pasión.
Era un detalle bonito y fresco, pero también se planteó que sólo quisiera sexo.
Esto último lo descartó. Si era un sátiro pervertido, se hubiese dado cuenta antes. Sus escasas palabras, aunque lascivas, sólo la acariciaban, nunca nada más.
Pensó todo esto sin precaución alguna, inmersa en las heladas aguas de su cabeza.
Le seguía mirando sin apenas verle.
Se fijó en él. Estaba más arreglado que de costumbre.
¿Habría quedado con una nueva víctima o era por ella?
¿Quería decirle con todo eso que en el fondo la quería, o que por lo menos le interesaba mínimamente?

Paris seguía delante de ella mirándole a los ojos. Viendo qué le decían, sin prisas. Preveía que aún le quedaba mucho tiempo para mirar esos ojos marrones que tanto le decían.
En vez de pensar él por su cuenta prefirió seguir el hilo de los pensamientos de aquella mujer.
Notó, por primera vez en aquel día esa fragancia tan suya. Una de sus favoritas entre las muchas que ella llevaba. Tenía impresa toda su esencia, como si consiguiera captar cada resquicio de ella y expresarlo a través de los olores más etéreos.
El abismo que había carcomido su cabeza hacía momento estaba salvado, ya no le quedaba ninguna duda de que ella no le abandonaría.
Decidió romper completamente el silencio, y con ello, sus reflexiones.
Soltó de improviso un hola cargado de toda la emotividad que pudo, que, por la poca práctica, no fue demasiada.
Ella seguía callada, mirándole, como si el hola hubiese sido una imaginación.
Paris la invitó a andar e ir a algún bar. La veía temblando, y supuso que era de frío.
Los bares le agobiaban, pero hoy, por ella, quizás soportaría el agobio.
Se propuso ser, además de menos cruel con ella, un poco cariñoso, aunque sólo ese día.
Fueron a un bar que hacía esquina, al lado de donde estaban. Se sentaron dentro, lejos de la puerta, en un rincón lo más apartado posible de todo el mundo. Los dos del mismo lado de la mesa, en un banco, con la espalda pegada a la pared.
Ella pidió una cerveza, él, nada.
Seguía temblando, y él le ofreció su abrigo.
Hablaron de cómo les iban las cosas en la universidad, de lo horribles que eran sus profesores y poco más. Fueron temas triviales que acabaron.
Ella seguía temblando, y en un acto demasiado espontáneo, la abrazó.
Le abrazó fuertemente, como diciendo un “No quiero dejarte ir” que nunca sería pronunciado.

Oyó a lo lejos un hola. Era su voz, pero no llego a reconocerla del todo, era como si no fuese real en absoluto. Como si jamás hubiese pronunciado esas cuatro letras con tanta dulzura.
Él le tendió la mano, como invitándola a desfilar por una alfombra roja.
Estaba temblando, tanto de frío como por el nerviosismo. Había superado todas las pruebas que le había puesto. Acababa, por fin, de traspasar todos los muros que le había ido poniendo. Alambradas, saltadas bajo un fuego continuo, silencios tóxicos, y palabras que caían como ladrillos, de la nada.
Ya había pasado el peligro y lo que le quedaba era disfrutar de su compañía.
Fueron a un bar, ese que hacía esquina, ese que tanto le gustaba a ella. Era un típico bar antiguo en el que ponen música tranquila, pero a la vez era muy bohemio, como si todo lo que allí estaba estuviera sacado del surrealismo más puro.
Se sentaron en una esquina, lo más discreta y tranquila posible.
Se les acercó un camarero, y Mekare pidió una cerveza, esperando que él hiciese lo mismo, pero no pasó. Él no bebió nada.
Hablaron de temas súper triviales mientras ella seguía temblando. Jamás se había interesado por cómo le iban los estudios, aunque, ciertamente, nunca se había interesado por nada demasiado relacionado con ella que se saliese de sus palabras.
De repente, silencio. Los temas se habían acabado, ya no había más nimiedades de las que hablar.
Temblaba, demasiado. Esperaba algo con celo, algo que llevaba esperando demasiado tiempo.
En un segundo se encontró entre sus brazos, perfectamente encajada, con la cabeza apoyada en su hombro, mirando hacia su cuello. Sentía su aliento en su cuello, y guardó esa sensación como un preciado tesoro. Sintió el calor de su abrigo sobre sus hombros. ¿Cómo habría llegado hasta ahí sin darse cuenta?
Cada vez era más fuerte. Cada vez le acercaba más a él, como si a través de un abrazo sus miedos se fuesen a acabar y conseguirían llegar a desnudarse los dos. De mostrar esa virginal inocencia que guardaban, de poder, por fin, dejar los secretos de lado.
Ese abrazo le decía un “no me dejes nunca”, y ella deseo no hacerlo jamás. Pero permanecer así hasta que el tiempo se aburriese de contar segundos.

Bueno, he continuado la historia y por primera vez en mi vida, soy capaz de ir despacito, centrándome en detalles y no soltando todo a la vez, que podría, pero a veces es demasiado directo, y aunque no deja de ser sencillo, a mí me parece medianamente bonito, aunque sigue sin convencerme del todo.
Le falta algo.
Como si le faltase cocerse un poco más a fuego lento, como si aún el plato estuviese crudo y lejos de poder ser servido. Pero bueno, como no creo que vaya a hacer algo demasiado mejor, sigo subiendo esto, por subir algo.
Igual me presento a un concurso de estos de cuentos de mi ciudad, quizás tenga posibilidades de ganar algo, ya que mi ciudad es más un pueblo que otra cosa y la gente no se interesa demasiado. No tengo nada que perder y 500€ que ganar.
A ver si consigo inventar algo antes de que se me acabe el plazo, aunque seguramente se me pase, pero bueno, lo intentaré intentar (el infierno está lleno de buenas intenciones).
Y eso, que empiezo con la guitarra el miércoles, creo que es.
Y eso, poco más que decir… Que fui el miércoles a una ópera en Bilbao, me aburrió el argumento, pero las voces eran preciosas. A mis compañeros les gustó. Quizás yo esté acostumbrada a algo más complejo, ya sea en el argumento o en la música (orquesta), y ellos (que no creo que sepan distinguir las Cuatro Estaciones de Vivaldi, y la clásica les parece un coñazo para abuelos) les pareció algo magnífico, pero también estoy segura de que ahora mismo, si fueran a ver una ópera con todas sus letras, algo más pesada y no tan orientada a público de todas las clases, como por ejemplo alguna de Wagner, o una más light, como la Flauta Mágica, de Mozart, no les gustaría en absoluto (hablo generalizando, y sé que está mal hecho, pero me da bastante igual, aquí mando yo y digo lo que me apetece. Dictadura). Aún así, por muy interesante que parezca el resumen de la obra a priori, a posteriori, es muy simple. Chico enamorado, chica enamorada, se buscan, se fugan, y por muchos líos que quieran meter en medio, es lo mismo.
La ópera que fui a ver se llamaba L’italiana in Algeri.

Y eso, que ya me marcho a dormir un rato.

2 comentarios:

  1. Ante todo, decirte que noto una gran mejoría en tu humor, para que veas que te dije que las personas cambian, y lo estás haciendo. Cada vez eres mas agradable y te permites incluso hacer bromas.
    En cuanto a la historia, me gusta que continues, pues es muestra de buen carácter y de que en el fondo, sabes.
    Tiens razón, les falta algo...Conversación.
    Quieres mostrar como son pero sin sus palabras nunca sabremos como son realmente, la léxica de las personas delata su personalidad.
    En cuanto a los concursos, te digo por exp. que siempre cuenta mas la forma de contar algo que el mismo tema. Yo soy actualmente el ganador de poesia de la c.valenciana y, aunque no te lo creas, fue con un poema que no me gustaba (procedimientos solidarios, si pones mi nombre en internet te saldrá algo llamado IVAJ, pues ahi está) por lo tanto te aconsejo un tema algo triste y mucha mordazidad, de esa que tu sabes.

    PD: Yo estoy actualmente en 3 concursos, los 3 con temas muy diferentes, uno es una crítica a las religiones, otra al terrorismo, y otra al encarcelamiento de MIGUEL HERNÁNDEZ (este último mi preferido), ya te diré como quedo.


    Un beso dictadora!

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  2. Antes que nada perdon por no pasar antes a comentar, tengo problemillas con mi cuenta y muy poco tiempo.
    Ánimo con el concurso, eso sí ojo con las copias indebidas, yo de tí me reservaba algún fragmento para el concurso por si las moscas.

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A veces los pensamientos vuelan tan alto que son prisioneros del sol.