Creemos en nosotros,
aquí nadie reza.

lunes, 17 de enero de 2011

I can still see the light.

Estaba sentada en aquel sofá viejo, raido por el tiempo. De un solo asiento, con brazos. No se sabe si de cuero o plástico, pero aún así, era precioso. Su color beige se confundía con su piel desnuda.
Quizás empezaba a ver mal. La vista se le nublaba de tanto fijar la vista en su pelo, en sus ojos brillantes, en sus labios insinuantes.
Llevaba horas mirándola, pero para él el tiempo se había detenido y ella no tenía prisa.
Sabía que él, cuando quisiera, se le acercaría.
No sabía qué decir. Dónde esconderse. Quería irse, su cara de estúpido le avergonzaba. Pero a la vez, no podía mover un solo músculo.
Rompiendo las lágrimas de cristal que titilaban en el aire, reflejando los rayos de sol, habló.
No se entendió nada.
Ella, con esa voz tan dulce, tan inocente, tan de niña, le respondió con un simple qué.
-          Debo irme. Ha sido todo un error.
Ella no dijo nada. Se quedó con los labios entreabiertos. Como si eso no acabase de ser pronunciado.
Él se dio la vuelta y, al llegar a la puerta, se dio la vuelta y volvió a donde ella. La besó tan solo tiernamente, y ella comenzó a llorar.
La dejó allí, llorando. Se rompió a sí mismo el corazón a tijeretazos en ese mismo instante y decidió congelar su locura, dejarla estancada en mi mismo sitio a cambio de ella, de que le olvidase. De que aceptase que no le convenía.

No volvió nunca.

La verdad es que no sé por qué escribo esto. Tenía otra idea en la cabeza. Algo más bonito que tuviese un final feliz, pero como siempre, termino con finales así.
Quizás sí sea un final feliz, pero muy a largo plazo. Aunque quizás no.
Igual intento escribir algo similar a lo que tenía en la cabeza con otro ambiente, aunque no sé si he conseguido describir demasiado bien éste. Aunque también, quizás busque conmover a alguien, quien sea, y por medio de eso, demostrarme que quizás haga algo bien, aunque lo dudo.

Estaba de pie ante la ventana, con una camisa azul. Hacía frío fuera, y ella observaba cómo nevaba.
Eran las tres de la tarde, y ella esperaba un milagro.
Había quedado con unas amigas, para salir, tomar algo y despejarse.
Se duchó, se quemó y se vistió con un presentimiento de que todo iría mal. Se maquilló sencillamente para no parecer que se estaba muriendo del asco.
Llegó tarde, como siempre. Otra bronca más que se añadía a la larga lista de cosas horribles del día.
Fueron a una cafetería, ésa que le parecía tan bohemia, y tan perfecta. Como un paraíso fuera de la ciudad.
Y ella, como siempre, se sentó cerca de la ventana para ver nevar con aire soñador.
Apareció él. De repente y sin aviso previo, su corazón se paró completamente, como hacía años. Pero él ya no la quería, o eso le había dicho.
Huyó hacia el baño, pero tropezó y se cayó en sus brazos.
Se llamó payasa, patosa, imbécil, torpe, de todo.
Él la saludó. Como siempre, tan cordial. Y vio, por primera vez en muchos años, un nuevo brillo.
-          Qué guapa estás…
-          Gracias… ¿Cómo tú por aquí?
-          Recordé que éste bar te gustaba y vine para ver si te encontraba.
-          ¿De verdad?
-          Sí… Te echo de menos. ¿Lo sabías?
-          La verdad es que no. Pensé que nunca habías llegado a sentir nada por mí.
-          Ya, bueno… Intenté engañarme…
-          Oye, ¿qué tal si quedamos después un rato? Es que ahora quiero estar con mis amigas… Pásate por mi casa en dos horas, por favor.
-          Ok…
No estaba preparada para hablar con él ahora. Después de años intentando mil cosas para que se fijase en ella, y ahora, que desistía, él la buscaba. No entendía nada.
Volvió a casa con el viento aullándole al oído que no era posible.
Al llegar, se cambió de ropa y se volvió a poner esa camisa azul. Se sentía segura en ella.
 Toc. Toc.
Ya estaba allí. Se puso de los nervios. Llegó al baño y se echó algo de colonia, una fresca, que contrastase con el tiempo.
Le abrió, vestida ella con esa camisa.
Se sentaron y hablaron un rato, hasta que él no lo podía soportar. Necesitaba probar esos labios que tanto le habían llamado y él rechazó. Se moría por saberse su cuerpo entero, de recorrerlo con sus dedos.
Se acercó, lentamente, como augurando lo que pasaría, y ella se preparó para eso que había soñado tantas noches, sola, en su cama. Y ya se adelantó al paro, a la caída que supondría alejarse de él.
El roce de sus labios fue cálido, apasionado, tal y como lo había soñado.
Lento, muy lento. Como esperando que el tiempo se acompasase a sus besos.

Tampoco es lo que buscaba, y no me gusta, pero no lo voy a borrar, es la primera cosa (no tiene otro nombre) con un final “bonito” (menos horrible que los demás).
Y eso… Que debería estudiar un poco, a ver si el de historia del arte me sale algo mejor que el de mate o anatomía, aunque lo dudo mucho.

Un beso al aire, mil al cielo y un abrazo a aquellos que nos quedamos aquí soñando.

3 comentarios:

  1. La verdad es que me ha gustado más el primero, se me ha hecho más...¿realista? ¿dolorosamente cercano? De todas formas, siempre queda la idea de que todo puede volver a ir bien ¿no?.
    Francamente, prefiero los finales tristes. En la vida real, es lo que le pasa a la gente: hay momentos felices, pero los finales tienen que ser malos por pura definición.
    En fin, que estoy que no soy yo; me han tenido dos días de ejercicios espirituales pensando en mí misma y mis circunstancias. Yuhu chachi pistachi.

    Besos, muchos besos ^^

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  2. Feliciades Ese.esa.esos.
    Al fin me demostraste que si quieres, escribess.
    Si, el primero es mejor, es mas como...personal...
    El segundo me ha parecido forzado, no te ofendas pero me jugaría algo a que lo has echo por hacer
    Un beso1

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  3. Tienes una virtud muy buena que veo que estas explotando últimamente, consigues crear textos magníficos partiendo de tus reflexiones, eso es grande niña. Muy grande.

    Besos

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A veces los pensamientos vuelan tan alto que son prisioneros del sol.