Creemos en nosotros,
aquí nadie reza.

domingo, 19 de diciembre de 2010

Héloïse.


Siento que me quedo roto, pero no lo suficiente.
Folie à trois.

Y sonó el despertador marcando las 7 de la mañana.
- Joder, qué pronto es.
Era un sábado de enero. Un muy frío sábado de un enero que se dilataba y contraía cada vez que ella suspiraba.
Una ráfaga sin dueño que se rendía a sus pies y le protegía del calor que ella tanto ansiaba.
Se tapó con la manta, deseando hacerse pequeña, muy pequeña para poder colarse entre sus brazos.
No lo consiguió. Deseó tener un botecito de cristal con un cartelito que pusiera:
Bébeme
Con esa caligrafía tan suya, tan de niño extraviado en el tiempo.
Pero no. No era Alicia y no podría jamás volver a ver al conejo blanco, ese que  surcaba el aire tan contaminado. Ese mismo que respiraba dulcemente mientras absorbía cada gramo de tristeza de su memoria.
Luchaba para no soñar con él. Luchaba por no recordar esa sonrisa tan perfecta, esos ojos tan brillantes que hacían competencia al sol, y que habían conseguido ganar su corazón. Esas manos acariciándola mientras le besaba lentamente, haciéndola sentir especial.
Haciéndola sentirse única por segundos.
Volvió a dormirse y soñó con él. Como todos los días.
Esta vez estaba ella en una cafetería cuando él se acercó a preguntarle qué hora era. No pudo decir nada. Él la besó, simplemente porque le apetecía. Eran dos perfectos desconocidos compartiendo un pedacito de soledad, mostrando en la intimidad lo que eran capaces de amar.
Se despertó de nuevo con sabor a él.
No podía aguantar esto. Tenía ganas de gritar al cielo que les había contemplado amarse que se muriera, que se enmudeciese para siempre. Que dejase de gritar.
Un día más, como otro cualquiera en el que solo pensaría en él, o quizás no sólo en él.
Se duchó. Se quemó la piel intentando sustituir un dolor por otro, pero no pudo.
Quizás era demasiado tiempo con él, que ahora necesitaba unos días para aceptar que ya no estaba.
Buscó un libro para leer y perderse en él, y encontró su favorito.
El arte de perder.
Lola Beccaria.
Se buscó entre las líneas, sabiendo que Sara había vivido lo mismo que ella. Sabiendo que no era la única y que otros habían conseguido salir de allí. 

S.

1 comentario:

  1. Aparenta tratar acerca de una relación finalizada, un amor que perdura.
    Me desorientó un poco la metáfora del conejo de Alicia.
    No sabía nada de la señora de Ferrol, aunque en caso de ser un extracto de su libro no me gusta demasiado, así que no me he perdido nada por no conocerla.

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A veces los pensamientos vuelan tan alto que son prisioneros del sol.