Creemos en nosotros,
aquí nadie reza.

jueves, 21 de octubre de 2010

Uno cero cero punto


Mis labios, peregrinos ruborizados, quisieran hacer penitencia con un dulce beso.
La despedida es tan dulce pena que diré buenas noches hasta que amanezca.
Estómago odioso, vientre de muerte, saciado del manjar más querido de la tierra, así te obligo a abrir tus mandíbulas podridas y, en venganza, te fuerzo a tragar más alimento.
Rey de los gatos, sólo quiero una de tus siete vidas, y luego aporrearte a palos las otras seis.

- ¡Ha muerto sin dolor! – dijo Iturrioz-. Este muchacho no tenía fuerza para vivir.

Lo último es el final de El árbol de la ciencia, de Pío Baroja, que con este libro casi se ha convertido en mi ídolo (yo de mayor quiero ser como él). Yo, la cosa menos sensible que hay en varios kilómetros a la redonda, casi lloro cuando Lulú se muere, y el hijo, y Andrés se suicida. Es la única lectura obligatoria que me ha gustado y quien no haya leído el libro, se lo recomiendo.
Al final la mejor opción es ser una ameba o reproducirse por esporas.

Bah, no tengo ganas de escribir, simplemente quería poner alguna chorrada.
Ale. Que os den mucho y con cariño.

Ese. Esa. Esos.

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A veces los pensamientos vuelan tan alto que son prisioneros del sol.