Creemos en nosotros,
aquí nadie reza.

lunes, 26 de octubre de 2009

Ensayos de una psicótica

En primer lugar, quiero dejar clara mi postura, y para desgracia, soy alguien de convicciones bastante fijas. Creo que sin el amor seríamos unos seres horribles, sin sensibilidad, capaces de matar a nuestra madre y sin derramar ni una sola lágrima, es decir, un ser repulsivo y repudiado por todos. Creo que la sociedad existe por los sentimientos que nos unen, como el cariño, el tipo de amor que tenemos por un amigo, hasta por un libro, o ahora, la gran mayoría por ese aparato inventado para la política y vanaglorio de los éstos… ¿Humanos? Me da vergüenza considerarme lo mismo que ellos, cuando solo hacen daño a los demás, ladrones que buscan poder a base del trabajo de los demás, zafios parlanchines de feria que mienten a las masas estúpidas y ellas, creyendo a pies juntillas lo que dicen, les adoran y les votan. Me salgo del tema, lo sé. Siguiendo… El amor que une a una pareja y juntos deciden tener hijos, aunque me llama la atención una cosa, antes era más fácil encontrar el amor o simplemente la gente era más conformista y al encontrar a alguien mínimamente especial, con un par de gustos afines, ya era el amor de tu vida. No tengo ni idea de cómo era lo que pasaba antes, según nacemos nos obligan a tomar una pócima para que cada vez sea menos fácil encontrar a alguien, o a base de la cultura (la mínima en muchos casos) nos hemos hecho más inconformistas, y buscamos la belleza utópica de la bella durmiente, los hombres encuentran a una joven guapa, que les atrae físicamente, y creen que es perfecta, pero seguramente será una estúpida integral, y ella, oh, ha quedado eclipsada por un príncipe, le ha besado y a ella le ha gustado, y se cree que por besar bien, es perfecto. Complejo de Peter Pan. No querer crecer para conservar la belleza que atrae a ese chaval engreído.

La belleza acaba, y lo único que alegrará tus días será una mujer o un hombre que te hable, y siga siendo igual de dulce y romántico, a los cuarenta, o a los ochenta. Con respecto a esto, también me llama la atención la apariencia de felicidad de las parejas que llevan siendo conyugues desde los quince años, y nunca se han dejado de querer, les miras cogidos de la mano, andando por una calle del centro, siempre con gente, en verano, a las 12 de la noche, que han ido a cenar, y ves en sus miradas amor, no un amor idílico y abstracto, sino un amor palpable, que se nota en el ambiente, por el contrario, ves a dos jóvenes, a la misma hora, en un par de calles más alejados, en los bares del casco viejo, ebrios, comiéndose con los ojos, viendo deseo en sus miradas, simplemente un calentón de una noche, y al día siguiente, quizás ni se acuerden de nada, o quizás sí, y se arrepientan. Quizás era que antes eran más religiosos y consideraban el divorcio como un sacrilegio y ahora la sociedad estúpida que se cree atea, no le tiene miedo a ese tipo de cosas… Tampoco sé. Hablo haciendo hipótesis, al igual que los científicos del principio del mundo, pero yo de algo más cercano, en el pasado y en el presente, dos tiempo siempre unidos por algo en común. Yo no quiero mi futuro, deseo repudiarlo hasta el punto de que no vuelva, rígido, sentada siempre a la izquierda de alguien sin imaginación, que me utilice simplemente para yacer muerto del placer sobre mí, mientras mi alma llore por haber sido una esclava del compromiso que todos tenemos ligados al cuerpo. Amantes eternos condenados a los impulsos y a una triste vejez de silencio. Yo quiero esa felicidad que se puede rozar con el dorso de la mano en cada momento que se comparta con alguien, conocerle cada rincón de la cabeza, pero que jamás terminé de sorprenderte con cualquier cumplido, halago, lo que sea. Una rosa cualquier día de la semana, no un sábado ni un domingo, sino un miércoles, que esté feliz de haberme conocido, y decida hacerlo más presente aún. Quizás sea una cursilada romanticona, pero a mí me gustan. O simplemente un cuento, sí quizás me esté poniendo al nivel de una niña pequeña que desea y pide encarecidamente a su padre que le cuente una pequeña historia de princesas antes de irse a dormir. Pero no, no es eso, es algo distinto al amor que sientes por un padre, no es lo mismo que el amor y la pasión entrelazados formando una orgia de sentimientos y comeduras de cabeza. La vida son una seria de purgas por las que hay que pasar, así como la educación secundaria obligatoria lo es de bachiller, y claro, un par de pasos más allá de la universidad. El primer amor, ese que siempre tenemos entre los doce o catorce años, nos da más o menos una idea de cómo serán nuestras relaciones, pero claro, adaptadas a la edad, aunque ahora, hay una avanzadilla que lleva mucha ventaja a los demás que seguimos a la zaga, esperando el momento idóneo para atacar, mientras que los de delante, están preparados siempre para atacar y matar a su paso a todo lo que se mueva por el viento, sin ni siquiera fijarse en si es una flor o un sapo. Quizás los últimos sí se detengan a observar la belleza de la flor y meditar si el sapo es tan horrible o simplemente un incomprendido más de la naturaleza que no encaja en unos cánones establecidos por nosotros, sin contar con nadie más. Pero sí, hay alguien que los mira, que determina si es un engendro o una criatura fantástica, claro, depende de los gustos, a algunos les gustan las ardillas y a otros las serpientes, no tenemos porqué coincidir, de hecho, si lo hiciésemos en todo, sería una sociedad terriblemente aburrida y monótona, además de no pensar no podríamos movernos con libertad, ya que no habría libre albedrío, es decir, en vez de ser humanos, seríamos algo más parecido a robots, pero en cierto modo, la comparación no es tan mala, porque todos tenemos unos valores, unas normas a las que nos atenemos, o por lo menos es así en la mayoría de los casos, quizás algún psicópata homicida no, pero la excepción confirma la regla. Y como siempre, me salgo del tema. En fin… Lo que quería decirte, a parte de un muy, muy largo etc. es que te quiero, mucho, y no tengo ni idea de cómo, porque eres la persona a la que más defectos soy capaz de sacar, pero sin ningún sentido, y no me convencen de dejar de quererte de la forma que lo hago. Y bueno, ya me puedes creer o no, eso es cosa tuya, pero yo ya desisto, no quiero seguir jugando, si quieres cambiar las reglas y hacerlo más especial, adelante, pero hasta entonces, paso de los tirones y descalabros que sufre mi cabeza cada vez que me dices algo, cualquier cosa es capaz de hacerme pensar hasta el punto de no dejarme dormir, el quién, qué, cuándo, dónde y por qué son mi sino.

...

ESE.

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A veces los pensamientos vuelan tan alto que son prisioneros del sol.