Despojos.

Un rostro joven surcado por las heridas del dolor, de verte con otra y suspirar por las desdichas influencias que tengo.

¿Por qué tengo que saber que el amor duele?

¡Porque siempre todo duele!

No, basta ya, no quiero herirme más.

Sólo el olvido recompondrá lo que roto en mil pedazos está.

Muero bajo el influjo perdido de un arroyo de lágrimas vedadas por las mentiras que hicieron secar los ojos de toda la humanidad.

Vivo entre la nada marchita de un cuerpo sin mente, rodeado de maldad.

Me refugió entre las miradas perdidas por algún lugar del horizonte al anochecer, buscando la luna al amanecer, y sintiendo como pierdo todo lo que jamás tuve entre mis manos, me agarre a una obsoleta ilusión de esperanzas fallidas que perdí por un adiós.

Me quemo entre las cenizas inexistentes del afecto que jamás sentiste por mí.

 Y lloro… sí, lloro… lloro en silencio, el silencio muerto que nos separo y jamás se rompió entre tú y yo.

Los desposorios de alguna reina perdida entre la inmensidad precipitada hacia el mas ínfimo recuerdo, pequeño como una lágrima pero dañino como un río.

Quieres contrarrestar el caudal, pero no puedes.

Es más fuerte.

Al final es frustrante ver como tus propias penas son capaces de hacerte el doble de daño que si no les haces caso.

Sentiste algo por alguna persona.

Afortunada por tenerte.

Entregaste tu corazón a la persona que amabas y sentiste que jamás te perderías entre las mentiras descorazonadas del amor más traicionero que existió en su espíritu.

No lloras, pero usurpas la mazmorra donde esta cautivo tu corazón, marchitado por la evocación de la última batalla donde perdiste todo.

En cambio, yo no puedo, jamás entregue nada a nadie, jamás nadie supo lo que sentí, y ahora que quiero por fin expresar algo bajo la custodia de la palabra, decide ignorarme, por alguna razón que no alcanzo a entender y que jamás lograré comprender.

Soy egoísta por quererle a mi lado, soy egoísta por no desearle lo mejor al estar con otra.